A mis amigos de Honduras

Hoy estoy triste.

Vuelve otra vez la sangre de inocentes a regar las calles y los sueños del futuro de los hijos de mis amigos. Vuelve otra vez a inundar las calles de mis amigos la mierda del sinsentido de la barbarie de los que olvidan que nacieron del útero de una mujer y se creen el ombligo del mundo, cuando en realidad, no son más que el agujero del culo por donde sale la mierda de otros. Vuelven otra vez los adláteres de los poderosos con sus fusiles y sus caras de miedo a inundar las calles de mis amigos para hacerles el trabajo a los de siempre. Vuelven otra vez los miedos y las angustias de mis amigos provocados por gentes convertidas en verdugos, que no son más que pobres incultos utilizados para defender intereses bastardos que aplastarán a sus propios hijos para conducirlos a la infelicidad.

Vuelve otra vez la violencia a las calles de mis amigos para acallar voces que salen del corazón del pueblo hondureño por querer vivir en paz y en democracia. Vuelven otra vez las fieras a inundar las calles de mis amigos preocupados en enmudecerlos y no en mejorar la justicia, la cultura, la educación, la sanidad, la democracia, de las que pudieran ellos mismos aprovecharse para tener menos miedos y ser más felices.

Pero sigo triste por mis amigos y por los amigos de mis amigos. Y lo estoy por que no se merecen esto, los conozco. A un país se le conoce por sus gentes y yo conozco a Honduras por mis amigos. He reído con ellos, he llorado con ellos, me he emocionado con ellos. Sé a ciencia cierta que son unos seres humanos extraordinarios que no se merecen esto, nadie se merece esto. Y sigo triste porque no entiendo que mis amigos y los amigos de mis amigos sufran.

Pero tengo la convicción de que no hay balas suficientes para acallar a tantos corazones ardientes que quieren sentirse ciudadanos libres. De joven pensaba que había una violencia que podía asumirse en pos de la libertad y de la justicia. Ahora no, ahora no creo en la violencia. Ha habido demasiada en mi vida y hay mucho dolor en ella. Gandhi decía que si todos utilizáramos el ojo por ojo, todos acabaremos ciegos y que la violencia es el miedo a los ideales de los demás. Ya no creo en la violencia, solo creo en la palabra, aunque muchos se aprovechen de ello. Pero, aunque ganen una batalla, su victoria será efímera y dejará dolor, un dolor que tardará en cicatrizar y dejará huella también en los verdugos.

Ahora, en la distancia, aquí, desde España, solo puedo luchar por vosotros con la palabra. Mandaré cartas a la prensa de mi país, cartas que seguramente no se publicarán, para hablar del sufrimiento de mis amigos y del dolor de los amigos de mis amigos. Y desde aquí os pediría que inundéis esas mismas calles anegadas de sangre con vuestra presencia. Que os enfrentéis a las fieras que os oprimen con una sonrisa y la palabra. Que respondáis a los insultos con una sonrisa y la palabra. Que sepan que no lo van a conseguir, que os podrán oprimir, os podrán torturar, os podrán matar, pero nunca perderéis la sonrisa y la fe en una Honduras democrática y en paz. Porque en esa sonrisa está el futuro de Honduras. Esa sonrisa representa el amor a vuestros hijos, a vuestros amigos y a vuestra patria. Inundad las calles con ellas y responded a los tiros con la palabra.

Que Dios se apiade de vuestros verdugos.
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